jueves, 15 de enero de 2009

Los Inmigrantes

A mediados del siglo, el panorama demográfico argentino había cambiado sustancialmente. Tras un largo período de inestabilidad política y de luchas civiles, las instituciones comenzaron a afirmarse y, desde dos décadas atrás sé ponía en marcha un programa modernizador.
La ocupación total del territorio se complementaba con la decisión de derrotar militarmente a sus habitantes indígenas, en el país se insertaba en el mercado internacional y los productos agropecuarios se ponían en valor.
La república Agroexportadora necesitaba brazos, y los fue a buscar en el viejo continente, siguiendo el modelo de los Estados Unidos.
Próceres como Sarmiento o Alberdi querían para nuestro suelo, europeos nórdicos, en especial ingleses, pero estos prefirieron rumbos norteamericanos. Cuando se impulsa la gran inmigración al país, el stock disponible para alimentarla estaba compuesto mayoritariamente por meridionales: españoles e italianos. Si bien no eran obreros calificados, afinidades idiomáticas y religiosas facilitaron su integración, que fue más exitosa que en los EE.UU.
Había agentes argentinos en el viejo mundo, diplomáticos o no, estudiando el asunto, como Miguel Cané, Carlos Calvo, Lucio V. Mansilla o Julio A. Roca, quienes se manifestaron no favorables a la inmigración latina y contrarios a la eslava.
Todo responde a lo que se dio en llamar la Utopía agraria, que propiciaba el poblamiento de los espacios desiertos del mundo con extranjeros, que serian pioneros y civilizadores a la vez. Nacida en Europa, la propuesta ganó espacio entre nuestras elites.





La estructura social

Como consecuencia del proceso inmigratorio, la estructura social argentina se volvió más compleja, a la vez que con el aumento de los sectores medios y populares, se produjeron cambios en la cultura política. Si bien creció el número de industriales y comerciantes, la clase alta se cerró frente al inmigrante, reteniendo la riqueza y el prestigio (basado en la "antigüedad y los antepasados") y el poder político–económico asociado a la propiedad de la tierra.

La estructura de clases de entonces puede ser dividida en cuatro segmentos. El primero estaba representado por la clase alta o aristocrática, la cual hasta 1914 representó al uno por ciento de la población. La siguiente era la alta clase mediaque, aunque próspera, era dueña de escaso prestigio social. La baja clase media no poseía fuerza económica ni poder social, pero vislumbraba alguna posibilidad de ascenso. Finalmente, la clase baja, que representaba a los dos tercios de la población, ocupaba la base de la pirámide social.

El tipo argentino, en tanto, fue cambiando. La clase dominante, estaba compuesta por ganaderos, estancieros, comerciantes, abogados y políticos. Las clases medias iban fraguándose con la inmigración a través de su participación en la economía y en el proceso de aculturación modernizante. Las clases bajas, distribuidas a lo largo y a lo ancho de todo el territorio, recordaban la dualidad del país. Para gobernar la Argentina moderna fue preciso incorporar a los inmigrantes, sin resquebrajar la integridad nacional.

Entre 1902 y 1910, se operaron cambios en la estructura social, los que produjeron fuertes fisuras en el sistema político. La guerra en Europa alentaba la entrada de inmigrantes que buscaban nuevos lugares para su bienestar. La guerra del ´14 no sólo interrumpió el flujo inmigratorio, sino que también convocó a los nacionales beligerantes, lo cual explica el saldo inmigratorio negativo del período 1914–1918. Sin embargo, Argentina logró retener a los hijos de los extranjeros de las primeras olas, proclives tanto al ascenso social como a la participación política. Muchos de ellos habían obtenido títulos universitarios, los que sumados a la actividad de sindicalistas anarquistas, provocaron las tensiones que caracterizaron al país a principios de siglo.

La población urbana se duplicó. Y fue la clase media el estrato con mayor desarrollo, gracias a la contribución de los extranjeros; en él, crecían los sectores dependientes (empleados, funcionarios, técnicos). A la vez, fue en los centros urbanos donde se acentuó el ascenso social, favoreciendo la integración de todos los estamentos en el orden social vigente.
Cuadro de proyección Inmigratoria periodo 1895-1946

La Dirección Nacional de Migraciones de la República Argentina, ofrece a usted el material con que cuenta el Museo Hotel de Inmigrantes y lo invita a integrarse como participante activo del mismo. Descubra y admire cómo llegaron sus antepasados y cómo fueron sus primeros pasos en nuestro país.



Cómo se creó

El proyecto de crear un museo de la inmigración reconoce como precursoras a las colectividades que, desde principios de la década del 70’ hasta la actualidad, persistieron en esta iniciativa, impulsando o acompañando las gestiones que con este fin se llevaron a cabo desde la Dirección Nacional de Migraciones.
En 1983, con motivo de las gestiones que junto con las colectividades llevaba adelante la Dirección Nacional de Migraciones, el Ministerio del Interior emitió la Resolución 320/83 por la cual encomendaba a esa Dirección, la realización de un estudio de factibilidad de creación de un museo que reviviera las circunstancias del hecho histórico de la inmigración en la Argentina.
Fracasadas las gestiones para la donación de un edificio para instalar el museo, la Dirección Nacional de Migraciones inició estudios pertinentes para instalar el "Museo, Archivo y Biblioteca de la Inmigración" en un sector del edificio del Hotel de Inmigrantes.
El 20 de agosto de 1985, en el marco de las gestiones realizadas por la Dirección Nacional de Migraciones, el Ministerio del Interior emitió la Resolución 879/85 por la cual creó, en jurisdicción de la Dirección Nacional de Migraciones, el MUSEO, ARCHIVO Y BIBLIOTECA DE LA INMIGRACIÓN.
Cinco años más tarde, a la iniciativa de las colectividades se sumó la de diversos sectores, y el 19 de noviembre de 1990, por Decreto No. 2402, el Poder Ejecutivo Nacional declaró Monumento Histórico Nacional al conjunto del ex-Hotel de Inmigrantes.
En 1997 el Ministerio del Interior creó el Programa "Complejo Museo del Inmigrante" con dependencia funcional de la Dirección Nacional de Migraciones. Se destinó como sede la totalidad del edificio del Hotel de Inmigrantes y su entorno, en jurisdicción de la Dirección Nacional de Migraciones.



Su sede: el Hotel

Singular por su belleza y ubicación, el viejo Hotel de Inmigrantes presenta una fachada de líneas sobrias y sencilla ornamentación.
Su estructura es de hormigón armado, con un sistema de vigas, losas y columnas de ritmo uniforme. Es interesante destacar que se trata de una de las primeras obras en nuestro país donde se utilizó el hormigón armado como sistema estructural.
Esto dio como resultado grandes salones libres de estructura en todas las plantas, espacios diáfanos y luminosos que permitieron albergar cómodamente a miles de personas.
Paralelo al río, el edificio conforma un rectángulo de 100 metros de largo por 26 de ancho que se organiza con una gran calle interior, longitudinal, generada por una doble hilera de columnas, hacia la que se vuelcan todos los espacios, salvo en el centro, donde la circulación se abre para conformar el gran comedor en la planta baja, y ámbitos de reunión y esparcimiento en los pisos superiores. En los extremos se disponen cuatro amplias escaleras de mármol que comunican verticalmente con todos los niveles.
La fachada, refleja armónicamente esta disposición interior por el cambio de ornamentación en los extremos y el centro, enfatizando la importancia del acceso central por medio del quiebre del coronamiento superior.
En planta baja se ubican el que fuera comedor, junto con la cocina y servicios auxiliares. En los pisos superiores cuatro dormitorios por planta, proyectados para albergar doscientas cincuenta personas cada uno. Una doble hilera de ventanas, repartidas hacia el exterior y la circulación longitudinal, ventilaban e iluminaban estos espacios. Los servicios sanitarios, exteriores al edificio, reflejan un criterio de la época.
Para el reciclaje y puesta en valor del edificio se tendrá en cuenta la condición de Monumento Histórico Nacional del inmueble (Decreto No. 2902/90) que al encuadrarlo dentro de la ley 12.665, exige que toda obra de intervención o puesta en valor sea elevada a consideración de la Comisión Nacional de Museos, de Monumentos y de Lugares Históricos, y supone a la vez normas de protección a las que el Estado Nacional se obliga -en función de la misma ley- en orden a la preservación y mantenimiento del monumento.
El museo cuenta hoy con una biblioteca especializada en la temática migratoria, el archivo histórico y un intenso programa de visitas guiadas.
El aluvión

Para los estados europeos la emigración fue una válvula de escape a muchos problemas locales. El auge de navegación permitió un traslado rápido y barato.
Proliferaban compañías cuyos boceros recorrían los campos convenciendo a sus pobladores de que probasen la inmigración. Agentes comerciantes contribuyeron ofrecieron pasajes gratuitos. Hubo episodios de explotación del inmigrante, cuya estada en los puertos fue aprovechada por traficantes para esquimarlos. Se dieron casos de engaño en que se mentía el destino del inmigrante y se lo llevaba a lugares donde las condiciones de trabajo eran abusivas.
En nuestro país, Buenos Aires fue la puerta de entrada. Pequeña ciudad, al comienzo, entre 1869 y 1914 duplicó su población. Cuatro millones de personas desembarcaron en su playa, en un proceso que adquirió su máxima intensidad entre 1881 y 1930.
En 1895, de cada 100 habitantes, 72 eran extranjeros de distinta procedencia pero con un 43% de italianos, y un 33% de españoles.
El criollaje vio invadido su escenario. Esa gringada, se pensó iría a poblar el desierto, se concentró y cubrió todos los puestos de trabajo, hasta los policías eran extranjeros.
En 1910, los europeos eran dos millones y medio, sobre una población total de seis millones y medio de habitantes.
La crisis de 1929 frenó ese empuje. Aparecieron políticas discriminatorias y se acabó la inmigración espontánea. Sólo se permitía la llegada de inmigrantes de los ya radicados, con pasajes de llamados.
Desde 1938, se combatió la inmigración clandestina, y sólo se admitió la selectiva.
El flujo de población se reanudará al fin de la segunda guerra mundial, entre 1945 y 1950. Fueron grupos muy distintos de los arribados en el linde de los dos siglos. Pocos permanecerían entre nosotros. Volverían a Europa o probarían otros destinos migratorios. El saldo resulto negativo.
Buenos Aires, como adelantamos, fue el gran receptor. A ello contribuyeron diferentes factores. Por ejemplo, la dificultad de los agricultores inmigrantes para acceder a la tierra.
En el litoral (Santa Fe, Entre Ríos y, en menor medida, Corrientes) desde medias del siglo anterior se venían instalando colonias de los más diversos orígenes éticos: judíos, suizos, franceses, alemanes, eslavos y los omnipresentes españoles e italianos. Dieron origen a lo que se llamó Pampa Gringa o Pampa Sin Gaucho.
Los estancieros locales aceptaron con beneplácitos la presencia de los chacareros en la medida que les permitía valorizar tierras de productividad dudosa, en muchos casos en zonas de fronteras amenazadas por los indios, y se constituían en clientela para comerciantes, dinamizando la región.
Los terratenientes porteños bonaerenses, en cambio, impulsaron, en forma más tardía, el régimen de arrendamientos, alquiler precario de las tierras, en un ciclo que concluía con el alfalfado de los campos, para provechos del ganado.
En 1914 el contingente itálico se expandió. No se quedaron todos en Buenos Aires, y así hubo una importante presencia en Santa Fe.
Era tal el peso numérico de los italianos, que pasaron a ser una suerte de prototipo del inmigrante. Cuando los nativos se referían a ese personaje, tenían en la cabeza a un italiano. Los españoles pese a su número merecían menos atención. De hecho hay mas estudio sobre grupos migratorios ínfimos, como galeses o irlandeses, sobre los hispanos. Tal vez porque no significaban ninguna novedad para nuestras etnias constitutivas.
Es sabido que los gobiernos españoles no fueron muy generosos en dejar partir a sus conacionales baste como ejemplo la restricción para pasar a nuestro continente en la época colonial.
En la ultima etapa llegaron a la Argentina, Brasil y los Estados Unidos la zaga de los italianos.
Tres millones y medio de españoles, en su mayoría gallegos, cruzaron el mar en la gran migración.
Ya contábamos entre nosotros con los Vascos, pastores y lecheros, arribados durante el auge del lanar en el siglo XIX.
Estos grupos iniciales son importantes, porque establecieron lo que se ha dado en llamar la cadena migratoria.
Los inmigrantes por lo general son hombres solos y en las edades más productivas. Afincados en América solían buscar o llamar a su familia: esposa, en muchos casos los padres u otros familiares. Ese grupo creciente convocó luego a otros paisanos incluyendo a no parientes. Así se agruparon en determinados puntos geográficos personas con un origen común. Vizcaínos y asturianos fueron los primeros eslabones de esas cadenas; igualmente, los gallegos. La presencia galaica dio origen a que el gentilicio gallego se aplicara popular e indiscriminadamente a todos los nativos ibéricos.
Un millón y medio de españoles eligieron a nuestro país para migrar, lo que constituyó un verdadero récord, pues en otras naciones apenas superaron el medio millón.
Mayoritariamente campesinos, muchos ejercieron la agricultura, pero otros se ubicaron en servicio. Se ocuparon, particularmente, como mozos de cafés y restaurantes y guardas de tranvía. A diferencia de sus antepasados coloniales, no conformaron las clases de dominantes, salvo en casos excepcionales
En 1914 la décima parte de nuestra población era española.
En general el índice de masculinidad resulta elevado entre los inmigrantes, puesto que los hombres eran jóvenes y llegaban solos.
Los llamados turcos (en tantos súbditos del soberano de Constantinopla, pero en verdad integrantes de diversas confesiones de la nación árabe y de la judía) sobresalían en ese sentido. Entre ellos el traslado de mujeres era mucho más difícil. Tal vez pero eso solía cazarse con nativas y tendieron fuertemente hacia la integración.
La persecución religiosa afectó también a un pueblo lo que oficialmente lo tenía estado territorial: Los judíos. Así, los de oriente llegaron junto a los árabes.

Luego sería el turno de los provenientes de Europa central y oriental, en especial de Rusia.



Inmigrantes distintos

En 1929 seso el flujo migratorio hacia nuestro país. Al finalizar la 2° guerra mundial se reanudo en menor medida. En algunos casos fueron migrantes políticos, como los servios y croatas disidentes que abandonaron su país. A veces chocaron ideológicamente con sus paisanos llegados con anterioridad, partidarios de la nueva Yugoslavia crearon instituciones diferentes.
La miseria de posguerra impulsó nuevamente a italianos y españoles Hacia aquí. Fue una migración distinta, mas preparadas escolarmente, y la quejada popular aducía que no querían ser obreros, sino técnicos. Se lo apodó Inyenieri, ya que muchos afirmaban tener el título. También vinieron españoles. En general hubo muchos retornos a Europa, rápidamente recuperada, eceptuamdose aquellos inmigrantes que tenían parientes en el país.
A todos estos, el proceso de sustitución de importaciones de las décadas del 30 y del 40 provocó un florecimiento industrial.
A falta de mano de obra ultramarina, el país debió recurrir a su formación autóctona. Los migrantes internos arribaron a la ciudad donde sus habitantes, mayoritariamente descendientes de europeos, descubrieron con sorpresa sus impensadas raíces latinoamericanas.
No es que todos los nuevos migrantes fueran de origen indígenas, pero la percepción de la época éstos llamaron mas la atención entre los epítetos despectivos acuñados sobre ese grupo, él más popular fue cabecita negra.
Las necesidades de vivienda de los flamantes obreros industriales superaron las facilidades existentes. En un principio se recurrió a los conventillos, donde antes habitaron los inmigrantes europeos.
Luego, ante la carencia se ocuparon terrenos fiscales o baldíos edificándose viviendas precarias, con materiales diversos, que fueron bautizados villa miseria.
Tal como los europeos muchas familias consiguieron acceder a mejores viviendas, en especial mientras estuvieron vigentes políticas del tipo social. Luego, la precaria escritura urbana con sus villas miseria se perpetuo aunque sus habitantes variaron.
Como ocurrió siempre en nuestro continente, hubo migraciones fronterizas que se incorporó, como mano de obra a nuestras actividades productivas.
Y desde el siglo XVI bajaron del antiplano hombres y mujeres para reemplazar a la diezmada población local.
En el presente siglo la presencia limítrofe fue constante: Pastores y mineros chilenos poblaron nuestra Patagonia, jornaleros paraguayos levantaron la cosecha de algodón en el chaco, branceros bolivianos trabajaron en la cañada de azúcar y el tabaco en el noreste, campesinos brasileños probaron suerte en misiones.
Si nativos de países lejanos pudieron adaptarse al país, con más razón lo harían nuestros vecinos próximos.
El flujo limítrofe siguió país adentro, ocupando a veces los nichos de trabajo dejados vacíos por los inmigrantes ultramarinos, y por los internos.
No siempre los inmigrantes limítrofes ingresaron legalmente en el país. Periódicamente, sucesivas amnistías, sancionadas siempre por el gobierno constitucional, solucionaron las eventuales transgresiones.

Las ocupaciones del grupo variaron. Los de origen campesino, como los bolivianos, ocuparon, como quinteros, los cordones hortícolas de las ciudades reemplazando en algunos casos, como en la periferia platense, a sus predecesores italianos. Entraron en el país por el noroeste, y por dos vías, Mendoza y Córdoba, siguieron caminando hacia el Sur. Igual que los paraguayos, muchos se emplearon en la construcción como albañiles, tradicional vía de acceso al sector obrero.
Los chilenos, agricultores y mineros, ingresaron como siempre por el sur y luego derivaron hacia Bahía Blanca y la misma Buenos Aires.
Los uruguayos, con escolaridad más elevada, se insertaron en los servicios y ocuparon barrios tradicionales, como La Boca porteña. Muchos de ellos fueron porteros de edificios u encargados de casas de rentas.
Fuera del grupo campesino de Misiones que desde siempre penetró en aquella provincia, llegaron a Buenos Aires reducidos grupos de migrantes brasileños, cuya ocupación posterior se relacionó con la cultura popular de su país: Profesores de danza y música o de artes marciales autóctonas como la capoeira. Trabajaron con considerable éxito entre una juventud Argentina a la cual el turismo acostumbró a gozar de esas expresiones culturales.
Últimamente, llegaron latinoamericanos no limítrofes, como los peruanos, que registran también niveles de escolaridad más altos y tienden a ocuparse en servicios. Así, la cultura del país natal se enriquece, como siempre, con el aporte generoso del inmigrante, esta vez oriundo de nuestro mismo continente.

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