Apareció por primera vez a fines de 1972, en la revista de humor popular Hortensia, de Córdoba, una usina de talentos de la época. La historieta era, originariamente, una parodia en la que se exageraban los giros lingüísticos y los estereotipos terruñales, concretamente no se parodiaba al gaucho en sí sino a ciertos gauchos ficticios precedentes en las historietas (Santos Leiva, Lindor Covas "El Cimarrón", El Huinca o Fabián Leyes entre otros); además era, gráficamente, más elaborada. En toda esa etapa, Inodoro se convertiría en anfitrión pampeano de diversos y extraños visitantes, mientras se perfilaba, ya como una constante, el que sería su ladero insuperable: el Mendieta, un perro parlante que acompañaría a su amo en sus andanzas, compartiendo con él razonamientos y acuñando frases memorables, como "negociemos, Don Inodoro", "qué lo parió", etc. Luego pasó por las revistas Mengano y Siete Días, con aventuras por entregas, donde Mendieta (quien, según relató una vez, en realidad era un "cristiano emperrado por un inoportuno eclipse de luna") ganará letra y estatura de coprotagonista. Ahí crece la peripecia en episodios de largo desarrollo y falso suspenso de folletín, con el héroe siempre en busca de nuevas aventuras. Finalmente, en 1976 Inodoro se instala junto a su compañera, Eulogia Tapia, y el Mendieta, en el diario Clarín de Buenos Aires, en donde vuelve a publicarse en forma de historias unitarias, alejándose progresivamente del vértigo aventurero y con el incremento de una esgrima verbal mayor, sutil, y sin pausa (cuadro a cuadro). El estilo del dibujo de esta historieta sufrió un notable cambio tras 1975; hasta entonces y desde 1972 los personajes eran dibujados delgados, con trazos agudos y contrastes llamativos, a partir de 1976 Inodoro Pereyra aparece con un dibujo que le da expresión blanda mientras su compañera "La Eulogia" deja de ser una joven estilizada para pasar a ser una matrona ampulosa y algo torpe. Luego de pasar por diferentes secciones, la historieta se incorpora a Viva, la revista dominical del matutino. Es ahí donde Inodoro se aquieta, anclado en su rancho de adobe (con un único árbol), con su mujer, su perro y su chiquero, los que serían sus únicas posesiones. Las tiras de Inodoro Pereyra fueron también publicadas en forma de libro por Ediciones de la Flor. A diferencia de lo que ocurre en otras historietas, en estas tiras el remate suele ser secundario, dado que el efecto humorístico no se sintetiza exclusivamente en el final sino en la vertiginosa acumulación de chistes previa: el ideal es una ocurrencia por cuadrito (sobre todo desde que comenzó a publicarse en forma de historias unitarias). Tanto el remate como muchos de los chistes intermedios están a cargo de Mendieta, que funciona como la conciencia sensata en estas historias de humor errático y absurdo. Además, la comicidad de esta tira reside en el lenguaje, ya que Inodoro Pereyra realiza muchos juegos de palabras.
Al hacer las historietas de Patoruzú,quinteros les entregó por escrito un extenso y minucioso perfil del personaje, una especie de decálogo del que no podían apartarse ni un milímetro. Estas fueron algunas de sus instrucciones:
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" Patoruzú es el hombre perfecto, dentro de la imperfección humana, o sea que configura el ser ideal que todos quisiéramos ser. La bondad de este indio noble puede alcanzar limites insospechados, pero no confundamos su credulidad y su ingenuidad con la necedad del lelo. Generoso hasta el asombro, su inmensa fortuna es, antes que suya, de todo aquel que la necesite. Patoruzú sale invariablemente en defensa del débil y por una causa noble se juegCuando guionistas y dibujantes empezaron a colaborar en la editorial para a integro, sin retaceos. Impulsivo y arrollados, no mide los riesgos que pueda correr su integridad física, como tampoco repara en las trampas que puedan tenderle la serie de truhanes que le salen al paso. Patoruzú es un hombre puro, simple y sencillo; sobrio, estoico, buen creyente y, aunque seguro de sí mismo, sumamente modesto. Es extrovertido y de una aguda sensibilidad, dentro de su marcado carácter masculino. Sin necesidad de caer en lo "sexy", Patoruzú no debe permanecer marginado de la relación normal hombre-mujer. Cuando lo requiera la exigencia argumental, Patoruzú se revelará ante el lector como permeable al atractivo femenino y, si su impulso es conducirse de acuerdo a su sexo, su complejo de fealdad física y su pudor ante el sexo opuesto le impondrán cierto freno a sus exteriorizaciones amorosas lo que, bien manejado, puede dar lugar a incidencias humorísticas. Estas situaciones deberán ser tratadas por el guionista con tacto y buen gusto. |
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