jueves, 15 de enero de 2009

Los Gauchos




Los Primeros Gauchos :


Hacia el año 1600, aparecen en el Litoral los GAUDERIOS o CHANGADORES. Estos fueron los primeros gauchos. Pocos años después los encontramos ya en la campaña bonaerense.
El ganado cimarrón tuvo mucho que ver, con la presencia del gaucho en estas tierras. En efecto, había por entonces en las desiertas llanuras pampeanas, miles de cabezas de vacas y caballos salvajes, sin dueños, denominados cimarrones. Y esos hombres que luego se llamaron gauchos empezaron a alejarse hacia la campaña donde podían subsistir sin mayor esfuerzo, pues con ese ganado de nadie satisfacían sus necesidades de sustento. Para comer bastaba con faenar un animal; lo demás lo brindaba la naturaleza: no les hacía falta nada más. De este modo empieza a dibujarse la imagen del gaucho libre, sin trabajo ni vivencia fija, recorre a caballo grandes distancias y duerme al descampado sobre su recado cuando lo sorprende la noche en la soledad de la llanura. Lleva una vida apartada de las ciudades.
Por entonces, las autoridades dan permiso a los dueños de tierras para realizar VAQUERIAS, es decir, para recoger y faenar el ganado cimarrón. El gaucho trabaja en ellas y debido a las expediciones que tienen que hacer para buscar el ganado, se van alejando cada vez más de los centros poblados y se diseminan por las pampas. Fueron pues los primeros paisanos que fundaron una sociedad campesina.
Sabemos que hacia 1661, el gaucho deambula de rancho en rancho (así se le decía a su rustica casa) , con sus infaltables lazos y facones , vestido con calzoncillos blancos , chiripa , poncho y sombrero. Tales prendas y los aperos de su caballo son los únicos bienes del gaucho, para quién la sociedad se reduce a la familia y a los compañeros de pulperías.
Su primitiva casa era un miserable refugio, pero a medida que se afinca, el gaucho levanta el rancho de paredes de barro y cubre la puerta con un cuero. Ese rancho pobre y pequeño que todos dibujamos en los primeros grados de la escuela. Como le bastaba matar una vaca o novillo para alimentarse, comía casi exclusivamente carne - asada y sin sal - , porque ésta era muy cara. Del animal sacrificado solo aprovechaba un trozo de carne y el cuero de las patas para hacerse un par de botas para canjearlo por hierba, galletas, etc.
Tal tipo de existencia continuó hasta que a principios del siglo XVIII el ganado cimarrón había disminuido tanto por causa de tales matanzas, que las autoridades dejaron de otorgar permisos para vaquear.
Las botas de potro y las espuelas de plata o hierro fueron típicas de nuestros gauchos. Aún hoy los paisanos se enorgullecen al lucirlas. La bota de potro, abierta en la punta, se hace con el cuero de la pata del caballo, que es muy flexible. La abertura (por donde pasó la tibia del animal) permite al gaucho estribar con los dedos.




Vestimenta de los Primeros Gauchos


El Gaucho Unitario:

El gaucho unitario aparece en la Revolución del Sud.
Castelli y los prohombres los reunían en la Loma de la Revolución. Allí los exhortaban y los animaban, mostrándoles de un lado el gobierno de Rosas como una tiranía, del otro lo que ellos llamaban libertad.
Aquellos paisanos llegaron a hallarse poseídos de un santo amor patrio, semejante al de sus antecesores, los gauchos


primitivos.
La guerra civil con todos sus horrores y el pan amargo que habían comido en la emigración, inflaman en sus corazones, un fuego desconocido.
Con Caseros se acaba el gobierno de Rosas, “la dictadura” para los unitarios, y entonces el gaucho unitario vuelve al hogar y olvidando sus padecimientos, miserias y rencores, se confunde con el federal en un estrecho abrazo para legarnos entre ambos el gaucho de nuestros días.
Sus caracteres eran los mismos que el anterior, menos el uso de la divisa y la barba, que la usa: bigote solo, bigote y pera o cerrada toda.
Él era perseguido, sin hogar fijo, vagaba errante por la sabana pampeana, comiendo donde podía y
durmiendo donde le tomaba la noche.
En algunas ocasiones, acosado por el hambre favorecido por las tinieblas, llegaba hasta los rodeos, desprendía su lazo, lo lanzaba, tomaba un animal, lo degollaba y lue
go huía llevando su botín.
Es con él que empieza la historia del cuatrero.
Otras, ardiendo en deseos de venganza, afilaba su facón , llenaba de cintas celestes su caballo y su chapeao y penetraba hasta la plaza de los pueblos. Allí desmontaba, y atento el
oído, la rienda en las manos, se ponía a cinchar con toda la ca-chaza de que puede ser susceptible el gaucho.



El Gaucho Federal:


Al entrar en la ciudad no se puede dejar de admirar el

pintoresco aspecto de la población y el porte libre con que los gauchos cabalgan por las calles. Su traje es muy atrayente. Usan calzones muy anchos de lienzo blanco llamados calzoncillos, hermosamente adornados de la rodilla abajo con calados, y a veces con un fleco de seda que cae sobre el pie. Un chiripa, un poncho, atado alrededor de la cintura, y acomodado flojamente entre las piernas, en forma de grandes pantalones abolsonados; una corta chaqueta y un ancho cinto de cuero con carteras completan la vestimenta. El cinto, llamado tirador, está asegurado atrás con cuatro o más hileras de patacones, y a él va sujeto un largo cuchillo, frecuentemente con vaina y empuñadura de plata. Sus botas, abiertas en la punta, son blancas y hechas con gran esmero con el cuero de la pata del caballo, sin costura.
El uniforme de los soldados es bueno y sencillo y corresponde al que siempre acostumbran a usar. Llevan una camisa de lana roja, chiripa y gorro de cuartel también rojos, con bandoleras blancas. Son todos de caballería, pues no se puede esperar de un gaucho que vaya a ningún lado sin el caballo, aunque algunas veces son también utilizados en la infantería.

El gaucho descuida a su caballo. Esto proviene, probablemente, del carácter de los caballos de las pampas y de su baratura. La misma razón lo vuelve cruel con el ganado, del cual parece pensar que es insensible. Cuando arrea ganado a la ciudad para la matanza, el gaucho no tiene escrúpulos en desjarretar los animales cansados, y los abandona gimiendo en el camino hasta que tiene tiempo de volver a buscarlos.

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